jueves, mayo 03, 2007

El acordeón sonaba distorsionado con la música de fondo metálica, alegre y descorazonador al mismo tiempo, desgranando acordes al paso rápido de anónimos viajeros con destinos precipitados por la hora del reloj, que no reparaban en su figura menuda, encorvada, en otros tiempos digna aunque siempre con talante perdedor. Tiró el abrigo sobre el asiento, con hastío, mientras se sentaba mirando por la ventana aparentando que nada había sucedido, un viaje más, una parada más, y el gesto tembloroso luchando por permanecer inadvertido, pero el corazón podía con él, otra vez, y una lágrima se asomó tímida y rodó lentamente por su mejilla, próxima parada, que más daba, ella ya no estaba. Fin del trayecto